
Antonio Gala es un teórico del amor. Cuando habla de amor, sienta cátedra. Lo describe y disecciona como un forense a un cadáver en la mesa de operaciones. Es un maestro. Todo lo que no es amor en esta novela es algo más vulgar, más previsible e incluso a veces ingenuo, como algunos de los diálogos. La historia, una Madame Bovary más, con algo de lady Chatterley e incluso una pizca de O.
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