Sea que no hay serpientes venenosas en el mundo o que tú hayas conseguido, inyectándote dosis cada vez más fuertes de veneno en la sangre, un estado de perfecta inmunidad, al final el efecto es el mismo.
La baronesa Karen Blixen pasó diecisiete años de su vida en Kenia, en una explotación de café. Este libro de memorias, como reza en título, refleja esos años de la dama danesa en el continente africano. Lo primero que llama la atención es el amor de la autora por el país, por el paisaje, y sobre todo por su condición de colonialista, el que menos puede ocultar. Lo que siente por los habitantes y sus costumbres es más bien curiosidad, y así lo plasma describiendo su forma de vivir y de ser, con precisión quirúrjica y una condescendencia algo sospechosa.
El libro es una colección de impresiones, retratos, opiniones y descripciones de algún personaje o situación, sin ningún ordean lineal, y que explican solo a medias la aventura de la baronesa en África. No sabemos nada de su marido, ni qué relación la une en realidad con la mayoría de las personas que van desfilando por esos episodios.
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