Cuarta novela de la serie Carvalho, considerada por muchos como la mejor de la saga. Sólamente la simpar personalidad del detective, sibarita de gustos primarios, quemador de los libros que le han hecho quien es, ya es un motivo más que suficiente para leer esta novela. Él es el absoluto protagonista de la trama, acompañado por los fieles secundarios Biscuter, Charo y Bromuro. Vázquez Montalbán compone un personaje muy influido por el cine negro, ese detective con un atractivo estigma de perdedor, solitario y bebedor por devoción, de respuesta fácil y eficaz con sus pocos medios. Carvalho va de personaje en personaje para descubrir el misterio de un asesinato. Y cada uno de ellos es un trasunto de las figuras que transitaron en la Barcelona post-Franco, la época clave en su desarrollo. Para mí, es más valiosa la descripción de la ciudad que la trama detestivesca en sí, aunque es la maestría en hacer depender la una de la otra lo que la hace una gran novela. Bueno, y también sus magníficos diálogos, siempre ingeniosos y fluidos.
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