Esta fue la última película en la que Charles Chaplin interpretó el papel de Charlot, y en una época en la que el cine sonoro ya estaba plenamente instaurado, eligió todavía el cine mudo (sólo con alguna frase y algún efecto sonoro). Aunque la historia que cuenta suele ser la misma en distintos marcos, nunca nos cansamos de este personaje. En esta película, Chaplin hace una feroz crítica de la industrialización y el sistema Taylor en las fábricas, y sobre todo del capitalismo. Hay gags buenísimos (me gustan especialmente el de la máquina de comer y el de la cocaína en la comida) que siguen haciendo reir después de 70 años. Lo único que quizás he echado en falta ha sido una historia más consistente que proporcione un hilo donde insertar todos los números cómicos. También me han parecido mucho mejores los gags del principio de la película que los del final. Pero sigue siendo un ejemplo de cómo la sencillez puede regalar momentos memorables.
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