Se han grabado ya muchas películas sobre la vida y la muerte de Jesse James, uno de los personajes más legendarios del oeste americano, y desde todos los puntos de vista, como víctima o como un sanguinario sin escrúpulos. En esta película aparece el famoso pistolero en los dos aspectos, aunque en realidad esta es la película sobre Robert Ford, su asesino. Un magnífico Casey Affleck compone la complejidad de un personaje retorcido y ambiguo que pasa de venerar a James a matarlo a traición.
La película, como el mismo título, se hace un poco larga (se acerca a las tres horas). Estamos acostumbrados a presenciar la muerte en las películas del oeste como algo normal, como un acto instrascendente, una escena más del metraje. Esta película al contrario coge esa escena, que no pasaría de un duelo, unos disparos y la caída al polvo del vencido, y la dilata, la explica en cada detalle, en cada sentimiento de cada personaje, de todos los implicados, se demora en todas las circunstancias personales que llevan a cada uno de esos caracteres al momento de la muerte. Eso está muy bien, porque cada escena está planificada al milímetro, porque las interpretaciones son sobresalientes, pero quizás Dominik vuelve demasiado hacia atrás en este análisis, y la primera parte de la película parece algo prescindible. Pero el final (quiero decir la última hora) es sobresaliente, magnífico, pleno de belleza y angustia, y compensa y hace olvidar el poco de tedio que aparece en algún momento del principio.
